Hace unas tardes, al salir del trabajo,
conduciendo maravillado por el larguísimo paseo de Igualada de
árboles alineados, bajo la fina lluvia de nubes plateadas, de
repente, surgió. Un trocito de “Platero y yo” que me aprendí de
memoria en mis tiempos jóvenes llenos de melancolía y que en ese
momento afloró desde lo más profundo de mi ser. Me salió así, y
se me ocurrió dejar constancia:
Última siesta
¡Qué triste belleza, amarilla y
descolorida, la del sol de la tarde, cuando me despierto bajo la
higuera!
En la versión alemana, preciosa:
Letzte Siesta
Wie trist, wie gelb und ausgebleicht
ist die Schönheit der Sonne am Nachmittag, wenn ich aufwache unterm
Feigenbaum!
Y en la versión portuguesa, ya no
tengo más:
A sesta
Que triste beleza, amarela e
descolorida, a do sol da tarde, quando acordo sob a figueira!
Dos días después, veo al Papa
Francisco y al Imam Ahmed al Tayyeb abrazándose en la Universidad Al
Azhar de El Cairo. Todavía hay esperanzas en el género humano.
A Juan Ramón Jiménez.
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