sábado, 29 de abril de 2017

Qué triste belleza

Hace unas tardes, al salir del trabajo, conduciendo maravillado por el larguísimo paseo de Igualada de árboles alineados, bajo la fina lluvia de nubes plateadas, de repente, surgió. Un trocito de “Platero y yo” que me aprendí de memoria en mis tiempos jóvenes llenos de melancolía y que en ese momento afloró desde lo más profundo de mi ser. Me salió así, y se me ocurrió dejar constancia:

 

Última siesta

 ¡Qué triste belleza, amarilla y descolorida, la del sol de la tarde, cuando me despierto bajo la higuera!


En la versión alemana, preciosa:


Letzte Siesta

Wie trist, wie gelb und ausgebleicht ist die Schönheit der Sonne am Nachmittag, wenn ich aufwache unterm Feigenbaum!


Y en la versión portuguesa, ya no tengo más:


A sesta

Que triste beleza, amarela e descolorida, a do sol da tarde, quando acordo sob a figueira!


Dos días después, veo al Papa Francisco y al Imam Ahmed al Tayyeb abrazándose en la Universidad Al Azhar de El Cairo. Todavía hay esperanzas en el género humano.


A Juan Ramón Jiménez.

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