Robert
Dilts puso de relieve, en su libro “El poder de la palabra” (Barcelona, Ed. Urano), el
inmenso poder de la palabra para modelar nuestra percepción,
comportamiento y actitud hacia la realidad cotidiana. El lenguaje
tiene un gran impacto en el ser humano: genera experiencias,
creencias, miedos, esperanzas, proyectos, estados de ánimo,
alegrías, tristezas...
Rafael
Echeverría, en sus obras "Ontología del lenguaje" y "La empresa emergente" (Barcelona, Ed. Granica), destaca el
poder de la conversación dentro del marco de la empresa como muestra de este poder generativo del lenguaje. Por ejemplo, el jefe dice
“Hágase tal cosa”, y tal cosa se hace. Si no hubiera dicho eso,
tal cosa no se habría realizado. Echeverría pone el énfasis en el
poder de las conversaciones entre las personas, las cuales generan
estados de ánimo, acciones determinadas, pensamientos, emociones,
pasiones, sueños, proyectos, etc.
Según Echeverría, el filósofo griego Heráclito,
en el siglo VI a.C., fue el primero en reconocer el poder creador del
mundo a través de la palabra. El Logos, la palabra, según
Heráclito, era el fundamento de todo lo existente y aquello que
transformaba el caos en orden, la multiplicidad en unidad y la unidad
en multiplicidad. Heráclito vivió en Éfeso, Asia Menor, cuando
estaba bajo dominio persa.
Por
otro lado, en arameo, la antigua lengua de los judíos, había una
expresión que reconocía este poder de la palabra: “avara ka
d`avara”, que significaba “La palabra transforma”. Es posible
que este conocimiento haya pasado a Persia durante el cautiverio
judío en Babilonia y que lo hayan recogido los magos persas para
abrir lo que estaba cerrado y hacer posible lo que parecía
imposible. La expresión aramea pasó al persa como “Abracadabra”,
expresión del mundo de la magia conocida por nosotros. Y estos
mismos persas fueron los que gobernaron Éfeso cuando vivía
Heráclito.
Tampoco
extraña que en el Génesis, Yahvé genere el mundo por medio de la
palabra: “Hágase la luz”, y la luz se hizo. Y en el Evangelio de
Juan, “Al principio fue el Verbo”, Verbo-Palabra-Acción. En el Evangelio de Lucas se observa el gran poder de la palabra en el episodio de la sanación del sirviente de un centurión (Lucas 7, 1-10).
Pero
este conocimiento del poder generativo del lenguaje se olvidó durante cientos de años para considerarlo como una mera herramienta descriptiva de la realidad, hasta el
período final del siglo XIX-mitad del siglo XX, cuando Nietzsche,
Heidegger y Wittgenstein, redescubrieron la función generativa del
lenguaje. El lenguaje no tenía solamente una función pasiva
limitada a la descripción de la realidad, sino que el lenguaje
creaba realidad.
La
palabra griega “parabolós” derivó en nuestra “palabra”, a
la parábola como figura geométrica y a la parábola del Evangelio.
Etimológicamente procede de la composición de:
la
preposición “para”, que significa “junto a”, y
el
nombre “bolós”, que significa “bola que se lanza”. De
“bolós” deriva también metabolismo (o cómo el bolo
alimenticio se digiere a través del sistema digestivo), balística
(ciencia que estudia toda bala que se dispara), embolia (trastorno
provocado por un coágulo que bloquea la circulación de la sangre),
etc.
En el Evangelio, la parábola es un relato alegórico, es
decir, que tiene un nivel de comprensión aparente que llega a todo
el mundo, al mismo tiempo que tiene otros niveles de comprensión más
profundos que no todos llegan a intuir. Parece como si esta
parábola fuera una bola que se lanza (la historia aparente)
acompañada (para=junto a) de uno o varios significados más
profundos. No todas las personas a las que llega esta “bola”
entienden sus significados más profundos. Muchos de los cuentos
tradicionales son parábolas, por eso su poder para hacer aflorar la sabiduría interna innata de cada persona.
En
geometría, la parábola es una curva cuyas ramas se alejan hacia el
infinito. El científico Jorge Wagensberg, en su obra "La rebelión de las formas" (Barcelona, Ed. Tusquets), nos da una definición de
la parábola como objeto para emitir y recibir señales del espacio:
“La
parábola concentra lo que llega del infinito, o manda al infinito lo
que se irradia de su foco. Eso, y no otra cosa, es empezar a
comprender la parábola.”
Sustituyamos
la “parábola” geométrica por la “palabra” del lenguaje, a
ver qué nos sugiere:
“La
palabra
concentra lo que llega del infinito, o manda al infinito lo que se
irradia de su foco. Eso, y no otra cosa, es empezar a comprender la
palabra.”
Aquí
está el poder y la proyección de la palabra humana en el mundo.
Dejamos a nuestros lectores y nuestras lectoras su propia reflexión sobre este asunto tan
crucial en el ser humano.
Y
para apoyar esta afirmación, qué mejor que dos cuentos:
EL PODER DE LA PALABRA
Había
una vez un samurái que era muy diestro con la espada y a la vez muy
soberbio y arrogante. El samurái tenía una creencia: él solo se
creía alguien cuando mataba a un adversario en un combate y, por
eso, buscaba continuamente ocasiones para desafiar a cualquiera ante
la más mínima afrenta. Era de esta manera como el samurái mantenía
su idea, su concepto de sí mismo, su férrea identidad.
En
una ocasión, este hombre llegó a un pueblo y vio que la gente
acudía en masa a un lugar. El samurái paró en seco a una de
aquellas personas y le preguntó:
- ¿Adónde
vais todos con tanta prisa?
- Noble
guerrero –le contestó aquel hombre que, probablemente, empezó a
temer por su vida- vamos a escuchar al maestro Wei.
- ¿Quién
es ese Wei?
- ¿Cómo
es posible que no le conozcas, si el maestro Wei es conocido en toda
la región?
El
samurái se sonrió como un estúpido ante aquel aldeano y observó
el respeto que aquel hombre sentía por ese tal maestro Wei y que no
parecía sentir por un samurái como él. Entonces decidió que aquel
día su fama superaría a la de Wei y por eso siguió a la multitud
hasta que llegaron a la enorme estancia donde el maestro Wei iba a
impartir sus enseñanzas.
El
maestro Wei era un hombre mayor y de corta estatura por el cual el
samurái sintió de inmediato un gran desprecio y una ira contenida.
Wei
empezó a hablar:
-En
la vida hay muchas armas poderosas usadas por el hombre y, sin
embargo, para mí, la más poderosa de todas es la palabra.
Cuando
el samurái escuchó aquello, no pudo contenerse y exclamó en medio
de la multitud:
- Sólo
un viejo estúpido como tú puede hacer semejante comentario.
Entonces,
sacó su katana y agitándola en el aire, prosiguió:
-Ésta
sí que es un arma poderosa y no tus estúpidas palabras.
Entonces
Wei, mirándole a los ojos, le contestó:
- Es
normal que alguien como tú haya hecho ese comentario. Es fácil ver
que no eres más que un bastardo, un bruto sin ninguna formación, un
ser sin ningunas luces y aun absoluto hijo de perra.
Cuando
el samurái escuchó aquellas palabras, su rostro enrojeció y con el
cuerpo tenso y la mente fuera de sí empezó a acercase al lugar
donde Wei estaba gritándole:
- ¡¡¡Anciano,
despídete de tu vida porque hoy llega su fin!!!!!!
Entonces,
de forma inesperada, Wei empezó a disculparse:
- Perdóname,
gran señor, sólo soy un hombre mayor y cansado, alguien que por su
edad puede tener los más graves de los deslices. ¿Sabrás perdonar
con tu corazón noble de guerrero a este tonto que en su locura ha
podido agraviarte?
El
samurái se paró en seco y le contestó:
- Naturalmente
que sí, noble maestro Wei, acepto tus excusas.
En
aquel momento Wei le miró directamente a los ojos y le dijo:
- Amigo
mío, dime: ¿Son o no son poderosas las palabras?
Otro
cuento muy aclaratorio del poder de las palabras es el de las tres
orugas de seda:
EL PODER DE LA IMAGINACIÓN
Había
una vez tres orugas de seda que ignoraban su futuro como mariposas.
Sus nombres eran: Pesimista, Realista e Idealista. Se les acercaba la
hora de su transformación y empezaron a sentir los primeros
síntomas.... Su voraz apetito fue desapareciendo, su movilidad
menguaba a gran velocidad y, finalmente, sintieron como el capullo
les aislaba del mundo conocido, de la seguridad de lo cotidiano. En
la oscuridad del misterio de su futuro, tuvieron pensamientos
distintos. Las palabras que se dirigieron a ellos mismos eran
diferentes:
Pesimista
se dijo a sí mismo que estaba viviendo el final de su vida, y en lo
más profundo de su sentir, se despidió de los buenos momentos.
Realista
se dio ánimos diciéndose que todo aquello sería momentáneo y que,
tarde o temprano, todo volvería a la normalidad.
Idealista
sintió que aquello que le estaba ocurriendo podría ser la
oportunidad para que se cumpliese su sueño más preciado: poder
volar como un pájaro. Y aprovechó la oscuridad para perfeccionar
sus sueños.
Cuando
los tres capullos se abrieron, dejaron ver tres realidades iguales y
distintas a la vez:
Pesimista
era una bellísima mariposa, pero estaba muerta... Había muerto de
miedo.
Realista
era una hermosísima mariposa, pero a pesar de ello, empezó a
arrastrarse como cuando era oruga. Con satisfacción, dio las gracias
al cielo por haber podido seguir igual que antes.
Idealista,
nada más ver la luz del día, buscó sus alas... y al verlas, su
corazón rezumó alegría, emprendió el vuelo, como un pájaro, y
dio las gracias, repartiendo su dicha por todo el bosque.
Crane,
Stephen: "El que puede cambiar sus pensamientos puede cambiar su
destino."
Ford, Henry: "Si crees que lo puedes hacer, tienes razón. Si crees que no lo puedes hacer, también tienes razón."
Gandhi,
Mahatma: "Observa tus pensamientos, se convertirán en tus
palabras. Observa tus palabras, se convertirán en tus acciones.
Observa tus acciones, se convertirán en tus hábitos. Observa tus
hábitos, se convertirán en tu carácter. Observa tu carácter, se
convertirá en tu destino."
Podéis leer un artículo mío similar en http://creandoconlatartamudez.blogspot.com.es/2014/04/introducciona-la-neuro-semantica-de-la_16.html
Bibliografía:
ECHEVERRÍA, R. (2000). La empresa emergente. La confianza y los
desafíos de la transformación. Barcelona: Ed. Granica.
ECHEVERRÍA, R. (2008). Ontología del lenguaje. Barcelona: Ed. Granica.
AYA, A. (2013). El
arameo en sus labios. Saborear los cuatro evangelios en la lengua de
Jesús. Barcelona: Ed. Fragmenta.
WAGENSBERG, J. (2004). La rebelión
de las formas. Barcelona: Tusquets
Ed. Pág. 242.